¡Coooorreeeee!

Les voy a contar esto para que se rían un rato. Eran las 7:00 pm de la noche y andábamos buscando historias de camino.

Transitando por la carretera 10 en Adjuntas, que es como un expreso, vimos unas casas que nos llamaron la atención, viramos y entramos al terreno donde ubican. Eran  cuatro y dos de estas de madera me llamaron la atención por ser pequeñitas y humildes. Había gallinas en jaulas y todo lucía bien. Ángel se bajó a tocar la puerta en una de las casitas pero no respondieron, así que fue a la grande.

Permanecí en el vehículo y de repente él me hacía señas para que me acercara, pero yo no comprendía por qué. Pensé que era para hablar con los dueños, me bajé y cuando iba hacia él, salió un perro bravo, Ángel me gritó corre, corrí hacia al auto, me monté y de repente Ángel brincó por encima del bonete y se trepó en el techo del vehículo.

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Ángel después de su carrera y negándose a bajar.

Era no solo un perro, era una jauría de cuatro. Empecé a dar reversa con él enganchado del techo, solo le veía las piernas y una mano sujetándose de la puerta del pasajero delantero. Entonces salió una jovencita, que empezó a reírse al ver la escena. Me detuve y nos explicó que los perros nos corrieron porque nosotros corrimos y que uno de ellos, llamado el Güero, era el que mordía nalgas y los bumpers (parachoques) de los autos; y que nos bajáramos para que nos olieran.

Así lo hice, pero confieso aún con temor, mientras Ángel se negaba y permanecía enganchado. Ah, y con la botella de agua que llevaba en la mano que nunca soltó durante la carrera. En fin, que luego él se bajó, hizo las pases con la jauría y hasta nos tomamos selfies con los perros.

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El Güero es el sonriente de atrás y la que está oliendo mi mano es su madre.

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Miren como el Güero, delante a la derecha, está vigilante ante Ángel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero este cuento no para ahí. Cuando salimos del terreno, nos percatamos que había un pequeño letrero en la entrada que advertía: Cuidado con el perro y Ángel se bajó a retratarlo.

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Nunca, nunca, pasaremos por alto ningún letrero o advertencia.

Pero de momento él viene corriendo de nuevo al vehículo porque el Güero y su madre venían a atacarlo. Entonces, se puso a hacerles un video y no sé si eso enfureció al condenado Güero que empezó a morder el bumper delantero y trasero de mi auto. Por miedo a atropellarlo, quedé atravesada en medio del expreso de un solo carril y los carros se pararon, esperando por mí hasta que estos dos santos perritos decidieron dejarnos en libertad para poder arrancar.

Estas son las cosas que suceden cuando estamos buscando historias. Moraleja: de ahora en adelante estaremos alertas ante los letreros, como todo en la vida porque en ocasiones nos llegan esos avisos, ya sea por instinto o por otra persona, pero los ignoramos.

Así que cuidado con los perros porque no a todos les aplica ese dicho: “Perro que ladra no muerde”. Mi auto es testigo y cada vez que vea la marca del Güero reiré un rato reviviendo la escena.

 

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