Reto: cargamento #AdoptaUnaFamilia

Cada vez que vamos a entregar las donaciones que recibimos para #AdoptaUnaFamilia, para los damnificados del huracán María, en Puerto Rico, llenamos todo el baúl de nuestro vehículo, que es una Montero Mitsubishi de 2003 y hasta los asientos traseros.

Esta vez teníamos un viaje pendiente al pueblo de Morovis, pero la Montero estaba dañada. Así que nos salvó que Mitsubishi Puerto Rico nos prestó la nueva Eclipse Cross, para probarla durante el fin de semana, y aprovechamos para hacer las entregas.

Pero ojo, la Eclipse Cross es más pequeña que la Montero. Por lo tanto, el reto era llevar suministros a tres familias en un auto con menos espacio. De esta manera, decidimos hacer un Facebook Live con todas las cajas, bolsos y hasta un abanico de pedestal que teníamos que acomodar. Empezamos por tumbar hacia adelante dos de los tres asientos traseros para agrandar el espacio del baúl.

Confieso que cuando vi todos los paquetes en el suelo y miré donde debían caber, tuve miedo de que no lográramos acomodar lo que habíamos seleccionado específicamente para estar tres familias, basados en sus necesidades. Para mi sorpresa, todo cupo, pero como llenamos a capacidad el baúl, casi no veía hacia atrás para dar reversa.

Sin embargo, lo que pudo haber sido un inconveniente no lo fue, ya que la cámara de retroceso y 360º me permitió ver la carretera. Por cierto, justo cuando me disponía a dar reversa, me alertó con sonido de los dos vehículos que pasaban en la parte posterior para que me detuviera y evitara una colisión.

Ya en Morovis, disfrutando del paisaje montañoso, el Head up display, justo en el dash arriba del volante, me ayudó muchísimo a mantener la vista en la vía pública y las curvas. Esta es una pantalla de acrílico que parece sacada de una película porque sube cuando enciendes el auto y se cierra quedando oculto cuando lo apagas.

El Head up display muestra la velocidad, si debía frenar porque me estaba acercando demasiado al auto de al frente o si me estaba saliendo del carril. Todo esto me hizo sentir segura manejando, incluso saliendo en retroceso de una casa que estaba en una pequeña bajada y gracias a la cámara pude ver las verjas de cemento, el poste de la calle, si iba pasando otro carro o persona. Otra confesión: ¡extraño esta pantalla!

También, el poder subir bastante alto el asiento del conductor, que es súper cómodo, me permitió ver todo el bonete y la carretera al frente sin problema, lo cual me dio mayor confianza.

En fin, que pudimos cumplir nuestra palabra de visitar a estas familias y darles personalmente los suministros que personas de buen corazón, a quienes consideramos #AngelesDeCamino, nos enviaron desde Estados Unidos y en el mismo Puerto Rico. Eternamente agradecidos por su confianza y respaldo a Historias de camino.

 

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¿Cruce de qué…?

Transitando por el Barrio Caonillas de Utuado, en Puerto Rico, me dijeron que la carretera en la que estaba daba la vuelta hasta llegar al restaurante Las tortugas, al que me interesaba regresar porque allí había comido riquísimo la noche anterior y deseaba apreciarlo de día.

Al parecer en algún punto de las curvas, ríos y montañas nos perdimos porque el camino era como interminable, en algunos tramos desolado y en otros había una que otra casa. Sin embargo, la vista, la serenidad y los cultivos de plátanos hacían la ruta apacible e inspiradora.

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Vista de Utuado, en dirección hacia Jayuya.

De momento, vimos un letrero e inmediatamente dimos reversa, sí como suele sucedernos para descubrir una historia nueva para nosotros, dos jíbaros de la ciudad. Decía: «Pare, precaución cruce de gallinas». ¿Qué? En mi vida había visto uno de esos, nos dio muchísima risa y averiguamos con el creador la motivación del singular letrerito. Sí, lo sé, el letrero tiene un error ortográfico dice cruse en lugar de cruce, eso es parte de.

Resulta que don Miguel Pérez, alias ‘Galá’, nos contó que lo puso para alertar a la gente sobre sus mascotas.

«El letrero es una de las ocurrencias mias, una cosa loca para que la gente no me las mate. Tengo 25 gallinas, que ponen huevos en Utuado y duermen en Jayuya», nos explicó riendo.

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Miguel Pérez frente a su popular letrero.

¿Cómo es la cosa? ¿Dejan sus huevos en un pueblo y duermen en otro? Sencillo, sin saberlo fuimos a parar a la colindancia entre los pueblos de Utuado y Jayuya por la perdida que nos dimos. O sea, las gallinas se pasean entre estos dos pueblos.

El letrero ubica en el negocio La piedra escondida, en la carretera 144 intersección con el Barrio Hoyos Planes, ramal 531 kilómetro 3.6 en Jayuya. Este negocio era de don Miguel, que lo heredó de su suegro Eladio Rivera, quien murió de 93 años. Y a su vez, él se lo dejó a su hijo Richard Pérez Rivera.

«La gente es loca por venir a comer aquí, se llena de la 1:00 pm en adelante de gente de San Juan», aseguró sobre el menú cuyos platos más solicitados son la pechuga rellena con tocineta y el mofongo relleno de mariscos.

En fin que no comimos allí, pero lo tengo en la lista porque queda en una colina y abajo tiene un río, donde dijo que la gente llega y no se quiere ir.

¡Ah!, casi lo olvidaba, también nos comentó que más adelante tenía otro letrero similar al de las gallinas pero de cruce de patos. No lo vimos, así que si alguien se ha topado con este por favor quiero ver fotos. Ya saben, cuidado con las gallinas, detenga su auto porque tenemos que respetar la vida de todo ser viviente.

¡Coooorreeeee!

Les voy a contar esto para que se rían un rato. Eran las 7:00 pm de la noche y andábamos buscando historias de camino.

Transitando por la carretera 10 en Adjuntas, que es como un expreso, vimos unas casas que nos llamaron la atención, viramos y entramos al terreno donde ubican. Eran  cuatro y dos de estas de madera me llamaron la atención por ser pequeñitas y humildes. Había gallinas en jaulas y todo lucía bien. Ángel se bajó a tocar la puerta en una de las casitas pero no respondieron, así que fue a la grande.

Permanecí en el vehículo y de repente él me hacía señas para que me acercara, pero yo no comprendía por qué. Pensé que era para hablar con los dueños, me bajé y cuando iba hacia él, salió un perro bravo, Ángel me gritó corre, corrí hacia al auto, me monté y de repente Ángel brincó por encima del bonete y se trepó en el techo del vehículo.

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Ángel después de su carrera y negándose a bajar.

Era no solo un perro, era una jauría de cuatro. Empecé a dar reversa con él enganchado del techo, solo le veía las piernas y una mano sujetándose de la puerta del pasajero delantero. Entonces salió una jovencita, que empezó a reírse al ver la escena. Me detuve y nos explicó que los perros nos corrieron porque nosotros corrimos y que uno de ellos, llamado el Güero, era el que mordía nalgas y los bumpers (parachoques) de los autos; y que nos bajáramos para que nos olieran.

Así lo hice, pero confieso aún con temor, mientras Ángel se negaba y permanecía enganchado. Ah, y con la botella de agua que llevaba en la mano que nunca soltó durante la carrera. En fin, que luego él se bajó, hizo las pases con la jauría y hasta nos tomamos selfies con los perros.

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El Güero es el sonriente de atrás y la que está oliendo mi mano es su madre.

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Miren como el Güero, delante a la derecha, está vigilante ante Ángel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero este cuento no para ahí. Cuando salimos del terreno, nos percatamos que había un pequeño letrero en la entrada que advertía: Cuidado con el perro y Ángel se bajó a retratarlo.

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Nunca, nunca, pasaremos por alto ningún letrero o advertencia.

Pero de momento él viene corriendo de nuevo al vehículo porque el Güero y su madre venían a atacarlo. Entonces, se puso a hacerles un video y no sé si eso enfureció al condenado Güero que empezó a morder el bumper delantero y trasero de mi auto. Por miedo a atropellarlo, quedé atravesada en medio del expreso de un solo carril y los carros se pararon, esperando por mí hasta que estos dos santos perritos decidieron dejarnos en libertad para poder arrancar.

Estas son las cosas que suceden cuando estamos buscando historias. Moraleja: de ahora en adelante estaremos alertas ante los letreros, como todo en la vida porque en ocasiones nos llegan esos avisos, ya sea por instinto o por otra persona, pero los ignoramos.

Así que cuidado con los perros porque no a todos les aplica ese dicho: “Perro que ladra no muerde”. Mi auto es testigo y cada vez que vea la marca del Güero reiré un rato reviviendo la escena.