A través de la gastronomía podemos conocer parte de la cultura de un país. Siempre que viajo voy en busca de la comida local porque para mí es esencial saber qué comen y si me gusta quiero saber cómo lo confeccionan para hacerlo en casa.
Como puertorriqueña lo más «raro» que he comido y hasta pena me da decirlo, porque hay quienes lo tienen como mascota, es el cui (conejillo de Indias o güimo) en Perú. Confieso: me supo a pollo frito. Además, en Cusco degusté alpaca y qué puedo decir, que estaba deliciosa, sabía como a carne de res. Perú se distingue por su exquisita gastronomía, desde lo gourmet hasta el pollo rostizado que es divino y todo sabe súper fresco, ¡el tomate sabe realmente a tomate!
Ah, también probé la famosa salchipapa, en Quiquijana, pero paso de ella porque el sabor de la salchicha es tan natural que no tiene nada que ver con el hot dog al que estoy acostumbrada.
Mientras, en el DF, México, en el restaurante Chapulín, pude disfrutar de la comida mexicana a otro nivel mediante la cocina molecular, encapsulando sabores que estallan deliciosamente en el paladar, pero sin perder su sabor tradicional. En este restaurante fusionan conceptos prehispánicos con interpretaciones contemporáneas. Así que, para una noche en la cual desees gastar un poco más de dinero, este lugar es ideal.
De ahí brinquemos a algo más parecido en términos del arroz a la cocina puertorriqueña: el gallo pinto en Nicaragua. El gallo pinto es arroz hecho con frijoles (habichuelas) y lo comen de desayuno, acompañado con huevo frito o revuelto, tortilla de harina, queso y hasta tostones (patacón). Se consume a cualquier hora, hasta en las fritangas de asados de carnes y pollo en las calles durante la tarde y noche, servido con ensalada de repollo y tortilla. Y lo mejor, es súper económico, menos de $2.
¿Qué puedo decir? Me fascina el arroz, así que me integré en su cultura día y noche porque lo desayuné, almorcé y cené a diario, jajaja. Una observación: el gallo pinto es excelente de desayuno cuando vas sin rumbo y desconoces dónde y cuándo será tu próxima parada para comer porque te sostiene bastante, mejor que un emparedado.
En fin, anímate a probar la gastronomía local de cada lugar que visites. Además de descubrir nuevos sabores es una manera de insertarte en esa sociedad y vivir al máximo tu experiencia de viaje.
Bueno, hasta una nueva aventura culinaria… seguiré comiendo e informando.