Por Ángel Vázquez
Viajar es uno de los regalos más hermosos que te puedas obsequiar. Sacar tiempo para ti, para conocer y quizás hasta extrañar tu propio país, eso hace falta. Es como una autoterapia aplicada anualmente que te obliga a pensar, admirar lo de otros y apreciar y valorar lo que es tuyo.
Estar acompañado es algo divertido, ya que hay algo de complicidad, existe mentalmente este único reto de la presión en grupo que te lleva a experimentar cosas nuevas.
El ser un viajero independiente y salir de la ruta trazada del turismo desde muy pequeño ha sido mi norte. Ahora, con algo de edad, estoy cumpliendo ese sueño aventurero que muchos llevamos dentro.
Siempre es bueno acercarte a las personas de otros países, hacerles sentir que eres uno de ellos y que conoces parte de su historia. De esta manera es la que debe fluir ese encuentro, usar el mismo transporte que ellos y comer la misma comida, dejando atrás el lujo que quizás ni tan siquiera ellos puedan pagar e igualmente uno deja de sacrificar el bolsillo por estar en otro lugar.
De regreso a mi país, Puerto Rico y con el corazón en el país visitado, pasan meses y hasta años de este único romance de admiración y aprendizaje cultural. Hasta que va calmando para dar paso a la imaginación y continuar como un trotamundos en otro lugar.