Cuando decidimos viajar a Nicaragua, una de las aventuras que Ángel tenía en mente era practicar el sandboarding o volcano surfing en el volcán Cerro Negro, de la ciudad de León. O sea, lanzarse sentado sobre una tabla por la arena volcánica cuesta abajo. Lo habíamos hecho sobre dunas de arena, en Ica, Perú, así que era una actividad un tanto familiar.
Se dice que este volcán ha tenido 23 erupciones, siendo la última en 1999. No es que yo sea la más amante de los deportes extremos, pero lo había considerado como algo nuevo que experimentar.
Mas unos días antes de viajar a Nicaragua, mientras cenábamos con unos amigos y le contábamos de los planes, nos pusimos a observar en YouTube videos del sandboarding en ese volcán para que vieran la aventura que nos proponíamos tener. Para nuestra sorpresa, en mi caso para mi espanto, observamos un video de varios turistas que se lanzaron y terminaron en un hospital por las heridas que sufrieron. Así que, demás está decirles que me dio miedo, y pensé: ¡cancelado!, pues me vi por unos instantes como la pobre turista con las piernas y rodillas ensangrentadas. ¿Lanzarme yo a una velocidad 50 millas por hora (80.47 kilómetros por hora)? Olvídense de eso, no voy arriesgar el resto de la travesía.
En fin, que cambiamos la aventura, de la arena volcánica nos fuimos a adentrarnos a la naturaleza y las aguas profundas y heladas del Cañón de Somoto, en Somoto, ciudad al norte de Nicaragua donde nació el galardonado cantautor nicaragüense Luis Enrique.
A nuestra llegada al terminal del bus de Somoto, se nos acercó el guía turístico Hipólito Mercado, quien nos mostró las opciones turísticas de su ciudad y decidimos al día siguiente visitar el cañón que habíamos visto en fotos y que pensamos no visitaríamos por encontrarse bastante retirado, del resto de nuestras paradas. Mas hicimos magia con el tiempo y logramos llegar. Pues queda en la frontera con Honduras, la cual vimos desde la entrada que tomamos para empezar la excursión.
Nos dijeron que sería un recorrido fácil y que estaría apropiada con mis chancletas (sandalias) Skechers (Reggae-Rasta), pero cuando llegamos allí dudé de su resistencia por los caminos de pedregosos. Confieso, entré en pánico mental por unos segundos pensando que me quedaría descalza allí mismo y el resto del viaje tendría que hacerlo en tenis todo el tiempo. Mas pasaron la prueba y continuaron sosteniéndome en su comodidad hasta mi regreso a Puerto Rico. ¡No se estiraron, aguantaron caminos de piedras y saltos al agua! Así que se las recomiendo mochileros.
Bueno, bajar hasta este regalo de la naturaleza es un privilegio, es admirar la inmensidad de los recursos naturales. Saltamos desde enormes peñones hacia el río helado para poder continuar la ruta, admiramos los pasos estrechos entre las montañas mientras nadábamos y al terminar subimos a un pequeño bote que nos llevó a tierra firme.
En ese momento, cuando creí que todo había terminado nos encontramos con una casita en medio de la zona árida de la montaña, cercana al río. La parada fue obligatoria porque quedé impresionada cómo podía vivir una familia en ese lugar, en medio de la nada. Y allí estaba Joconda Maribel González preparando el almuerzo para unos clientes que tendría.
Lo curioso del caso es que es hondureña, se casó con un nicaragüense y de sus 15 años en Nicaragua, cuatro ha vivido en el cañón con su esposo y sus dos hijos. Mientras su marido trabaja fuera del hogar, ella atiende en la casa su venta de refrigerios y cuida a los niños. El más grande, de 10 años, va caminando media hora hasta la escuela.
Aunque sus padres, hermanos y demás familiares viven en Las Pintadas, Honduras; y carece de servicios de agua y luz, mientras Joconda cocinaba en el fogón, el arroz frito con cebolla y tomate, los frijoles cocidos con sal y el huevo picado, aseguró: “estoy bien aquí gracias a Dios, en el cañón vivo feliz”.
Como siempre quedo fascinada con tu relato. Me encantan tus aventuras. Felicidades.
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Gracias por comentarnos Carmen, nos inspiras a continuar contando nuestras Historias de camino.
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